Si elegimos a un loro como mascota debemos de darnos cuenta de que no sólo vamos a contar con un pájaro que va a estar en una jaula y al que vamos a alimentar todos los días, regalándole de vez en cuando una caricia.
Los loros, en general, presentan una sociabilidad e inteligencia sorprendentes que deberíamos aprovechar para satisfacción propia y por la salud de nuestra mascota. En estas pocas líneas me gustaría inculcar algunas normas básicas que nos permitan establecer un vínculo con nuestro loro, y que nos permitan sacarles el máximo provecho a estos cariñosos y divertidos animales.
Los pájaros ideales para tener como mascota son aquellos que han sido criados a mano y que han tenido un contacto muy estrecho con los seres humanos. Aquellas aves que han sido criadas por los padres o que no han recibido una atención suficiente por parte de su anterior dueño, a priori, se mostraran más ariscas y reacias a nuestras atenciones, dado que por un lado nosotros constituimos un enemigo natural para los loros, y por otro lado, estas aves están dotadas de una memoria prodigiosa que les hace recordar cualquier mal trato o mala experiencia con un ser humano.
Mediante la cría a mano conseguimos establecer un vínculo con los loros, que nos permite que en principio el ave no nos considere un enemigo peligroso, sino que nos identifique como aquella figura que le alimentó y cuidó cuando era pequeño. Por otro lado, hemos de tener en cuenta que los loros tienen una edad umbral en la que suelen formar su carácter, eligen el dueño que prefieren, y en la que se define el carácter que el ave tendrá en el futuro.
Es por esto que a la hora de comprar, tendremos que elegir a loros jóvenes que son animales mucho más receptivos y aún no se han formado. Nuestro consejo es comprar siempre loros que estén recién independizados. Los loros más maduros siguen manteniendo una cierta capacidad de aprendizaje pero las cosas se complican mucho con la edad.
Comprando pichones jóvenes, la domesticación es algo que ya se nos dará hecho en la mayor parte de los casos. Partiremos de aves que directamente quieren venir con el dueño, que adoran que se les acaricie, etc… En estos casos, tenemos que tener en cuenta que para el loro nosotros seremos el resto de los componentes de su bandada y que al poco tiempo de llegar a la casa, tendrá que determinar su posición dentro de la jerarquía de la familia.
Esto es lo que los loros hacen cuando parece que nos están echando un pulso. Los dueños suelen comentar: “es malísimo, sabe que no debe hacerlo pero lo hace para provocarme”. Eso es exactamente lo que el loro pretende. Provocar para determinar quién puede más, si él o el dueño.
Es muy importante que en estos casos se les reprenda severamente (por supuesto sin pegarle) con un tono fuerte de voz y metiéndolos castigados a su jaula, para que aprenda que él se encuentra en una posición baja de la jerarquía social. Si somos capaces de conseguir esto, probablemente nuestro loro será un encanto de por vida. Si no lo conseguimos, tendremos por mascota a un auténtico tirano bastante intratable.
Si nos enfrentamos a un loro salvaje, las cosas son mucho más complicadas. Tenemos que tener en cuenta que se trata de un animal traumatizado, asustado, para el que nosotros somos terribles enemigos.
El primer paso que debemos de dar para domesticar a nuestro loro es acostumbrarle a su nuevo entorno, a la gente que forma su nuevo hábitat, a los ruidos y sobre todo a aquella persona que va a establecer el vínculo con el ave.
Todo ello dará al animal una sensación de seguridad fundamental para empezar a trabajar con él. Digamos que el loro, que presenta un comportamiento social, asume que los individuos de su nuevo entorno son candidatos a formar parte de su grupo (a priori no parecen agresivos hacia él).
Habrá que dejar al animal en un lugar de la casa tranquilo pero transitado y en una posición elevada que le haga sentirse seguro pero siempre situando la jaula a la altura de nuestra vista. Colocarla en una posición más elevada estaría indicando a nuestro loro que se encuentra en una posición de dominancia con respecto a nosotros. El papagayo siempre debe de tener claro quien manda en la bandada.
Hay que evitar asustar al loro y agobiarle con continuas visitas que se apelotonen alrededor de la jaula esperando que pobre animal haga algo gracioso, o si no, el loro decidirá que no es interesante pertenecer a nuestro «grupo» (considerará estos comportamientos como agresivos, y si te reciben a pedradas, seguro que no quieres quedarte).
El periodo que tarde el pájaro en adaptarse a esta nueva situación depende de la especie y del propio carácter del ave, pues al igual que en le caso de los seres humanos hay loros más sociables que otros. En lugar de estimar un tiempo que puede variar de unos casos a otros, lo mejor es determinar el paso a la siguiente fase a través de la observación diaria. La persona que quiera establecer el vínculo más fuerte con el ave se deberá dejar ver por ésta y hablarle de manera sosegada y sin levantar la voz. Con esto se busca que el ave asimile que esta persona es líder del grupo.
Cuando hayamos observado que el ave esta tranquila y adaptada a su nuevo hogar, empezará el verdadero adiestramiento del loro. Para esta parte necesitaremos una herramienta fundamental, la paciencia. Si no contamos con paciencia el loro nos volverá locos y no conseguiremos nada.
Nuestra primera acción es fijarnos en el alimento preferido del animal y utilizarlo como reclamo para que adquiera confianza. Se lo ofreceremos de manera persistente a través de los barrotes de la jaula día tras día hasta que el animal lo acabe cogiendo de nuestra mano. Cuando esta aptitud se haga repetitiva probaremos a dar un paso más; repetiremos la misma operación pero esta vez introduciendo la mano dentro de la jaula hasta que nuestra mascota se atreva a coger su golosina directamente de nuestras manos. Evitar los movimientos bruscos que asusten al ave y den al traste con todo nuestro trabajo.
Si nuestro emplumado amigo todavía no ha acabado con nuestros nervios y acepta de manera regular comida de nuestra mano dentro de su «casa» haremos el más difícil todavía; meteremos el puño cerrado en la jaula del animal y golpearemos ligeramente el pecho del loro con el fin de que este se suba al puño. Seguramente nos llevaremos algún que otro picotazo que tendremos que aguantar estoicamente sin retirar bruscamente la mano ni emitir sonido alguno que asuste al animal y que le haga aprender aquel viejo principio de causa-efecto; «si hago esto me deja en paz» o «si hago esto le duele». Si nuestro loro aprende que nos puede hacer daño lo tenemos bastante crudo. Es importante saber que para las psitácidas el pico es prácticamente como las manos en los humanos.
Lo usan para reconocer y estudiar los objetos del entorno, así que no es raro que el loro nos pellizque de vez en cuando con su pico (es su manera de palpar) hasta que se satisfaga su curiosidad.
Una vez que el pájaro se nos sube al puño y vemos que no nos pica podremos darnos con un canto en los dientes y relajar las medidas de seguridad ofreciéndole solo el dedo para que se suba. Una vez llegados a este punto podemos decir que el animal se ha acostumbrado a nuestra presencia, confía en nosotros y ha establecido un vínculo más o menos fuerte.
Esta conexión entre dueño y mascota crea una dependencia del animal hacia su adiestrador, es decir, que el loro necesitará de la presencia y atención del dueño o se verá afectado «psíquicamente»; el cuidador es el líder de su grupo, perderlo o verse rechazado por él es un duro golpe. Por consiguiente cuando adiestramos a nuestra ave adquirimos un compromiso de atención con nuestra mascota, es decir, que tendremos que dedicar al menos dos horas al día de nuestro tiempo para jugar y prestar atención a nuestro loro, y permitir así que el ave lleve a cabo un comportamiento social tan necesario para ella como comer.
El conseguir un adiestramiento básico nos permitirá conocer lo cariñosos e inteligentes que son los papagayos y además nos ofrece la oportunidad de que el loro acceda a niveles más elevados de adiestramiento, como el aprendizaje de diversos trucos y habilidades, e incluso que se convierta en un parlanchín de primera… pero eso es otra historia.