Domesticar un agapornis no es una tarea sencilla, pero tener un agapornis mansito y cariñoso es muy gratificante. Esto quiere decir, que todo el esfuerzo merece la pena.
En este artículo vamos a centrarnos en los agapornis “salvajes” o criados por los padres. también vale para agapornis papilleros que no han recibido mucho contacto o se han asilvestrado.
Un agapornis es una presa. En la naturaleza, otros animales como rapaces, serpientes o felinos se comen a los agapornis. Eso quiere decir, que un agapornis siempre estará a la defensiva en un principio, ya que nos ve como potenciales depredadores. Hay que entender esta situación y no forzarlo al inicio. Primero, que se acostumbre a nuestra presencia y vea que no somos un peligro. Luego, podremos empezar a trabajar con ellos.
GÁNATE SU CONFIANZA
Es lo primero para conseguir el éxito. Hay que conseguir que el agapornis no se asuste con nuestra presencia. Acércate con cuidado a su jaula, háblale con suavidad, no hagas movimientos bruscos. Las rutinas de alimentación y limpieza de la jaula deben ser muy suaves y cuidadosas, no precipitándose a intentar cojerlo ni levantar la voz en ningún momento. Hay que tener muchísima paciencia. Cualquier gesto negativo puede echar a perder todo el trabajo acumulado.
SOBÓRNALO CON CHUCHERIAS
Cuando el agapornis ya no nos tenga miedo, es momento de empezar a jugar con la comida. Busca una chuchería que le guste mucho y trata que la coja de tu mano. Hay que tener mucha paciencia, ya que para ellos nuestras manos son una fuente de amenaza. Para que sea más exitoso, es mejor hacerlo antes de que coma. Si tiene un poco de hambre, será más fácil que acepte la comida de nuestra mano. Si conseguimos que coma, podemos intentar tocarle las patitas o el pecho. Nunca levantaremos la mano ni intentaremos tocarle la cabeza o las alas, ya que puede tomarselo como una amenaza. Podemos intentar que suba en nuestro dedo presionando las patitas con suavidad. Si conseguimos esto, tendremos mucho ganado. Como siempre, mucha muchísima paciencia.
TRABAJO FUERA DE LA JAULA
Si conseguimos ganarnos a nuestra mascota dentro de su jaula, el paso siguiente es hacerlo fuera de la misma. Antes de ello, nos aseguraremos que la habitación donde trabajamos es un entorno seguro, con puertas y ventanas cerradas, cortinas echadas para evitar que se choque contra las ventanas. No debe haber otras mascotas en la estancia que puedan asustarlo o lastimarlo. Hay un poco de controversia sobre si el ave debe estar o no con el vuelo recortado. Es cierto, que un ave con limitación de movimiento es más fácil de manipular y es más complicado que se lastime si sale volando descontroladamente, pero hay mucha implicación ética en ello que da lugar a muchos debates. Mi consejo es que cada uno haga lo que le sea más cómodo.
Si el ave sale volando, no la perseguiremos ni la cojeremos con la mano. Ofreceremos un dedo y haremos que suba de nuevo. Forzar el ave puede hacer que se asuste mucho y deje de confiar en nosotros, perdiendo todo el trabajo realizado hasta el momento.
Establecer un vínculo con nuestra mascota es cuestión de tiempo y mucha paciencia. Es mucho mejor tener un ave domesticada a través del entrenamiento y la paciencia que no un ave improntada y humanizada (aves criadas a mano).
Los agapornis son aves sociables, que necesitan contacto para ser felices. No es cierto que se mueran si están solos, pero si es cierto que un agapornis solitario en una jaula sin ningún tipo de interacción social es un ave infeliz y aburrida. Por ello, en caso de que no podamos dedicarle tiempo, hay que ponerle un compañero de su especie para que pueda interactuar.